Verónica Vázquez Soto
IIFL-UNAM
El cora es una lengua perteneciente al grupo sureño de la familia yutoazteca. Al interior de dicho grupo, junto con el huichol, su lengua hermana más cercana, forma la rama corachol del yutoazteca sureño (Campbell 1997: 134). Una de las autodenominaciones del cora es tañíuka, cuya traducción corresponde grosso modo a ‘nuestra palabra’. Toda la comunidad de habla usa tañíuka para referirse a su lengua nativa. En contraste, el célebre vocablo náayeri, en la voz de los hablantes de la comunidad de Jesús María, designa a la gente y al pueblo cora. Un alternante de este término nativo es la palabra náayari, en el habla de las comunidades de La Mesa del Nayar y Santa Teresa. El nombre del estado de Nayarit proviene de la forma plural náayarite del etnónimo náayari. Los vocablos náayeri y náayari son también las autodenominaciones de mayor prestigio tanto en la Academia de profesores indígenas como en la comunidad de artistas y antropólogos para nombrar tanto a la lengua como a todo producto cultural relacionado con los coras (Coyle 2001, Valdovinos 2008, Doníz 2014). Sin embargo, náayeri/náayari sólo hacen referencia al grupo étnico cora en oposición a otros etnónimos que designan grupos étnicos vecinos como bíixaʔri ‘huicholes’, wáakirise ‘tepehuanes’ y neepwéise ‘mestizos’, y no así al idioma que hablan los coras. Dado el complejo proceso de estandarización por el que atraviesan las autodenominaciones de las lenguas originarias de México, en esta monografía se reconocen tres vocablos nativos para autodenominar el cora: náayeri, náayari y tañíuka.
Hay 21 445 hablantes de tañíuka, según el último Censo de Población y Vivienda (inegi 2010). No obstante, Parra (2015: 86) advierte que los datos del inegi muestran inconsistencias a lo largo de varios años y, por ello, dicha cifra debe tomarse con cautela. El territorio de los hablantes de náayeri/náayari es el centro de la sierra Madre Occidental, primordialmente en el estado mexicano de Nayarit. En esta región montañosa y agreste se encuentran las tres poblaciones más importantes de habla cora, y sus respectivas misiones jesuitas construidas en el siglo XVIII (Magriñá 2003: 42). Estas capitales de la zona náayari son Santa Teresa, La Mesa del Nayar y Jesús María. En sus alrededores existen numerosas aldeas y ranchitos, repartidos en los municipios de Rosamorada, El Nayar y Ruiz. Entre muchas otras, se encuentran las comunidades de Presidio de los Reyes, San Juan Corapan, Chimaltita, El Huicot, Dolores, San Francisco, Rosarito, Santa Cruz del Guaybel, El Coyunque, Rancho Viejo, Linda Vista, Arroyo de Camarones y Gavilanes.
Fonológicamente, el tañíuka es una lengua muy compleja que cuenta con tono, acento, vocales modales breves y largas, así como con vocales asociadas a rasgos glotales que desencadenan diversos tipos de fonación (Casad 2012, Kim, Y. y M. Valdovinos 2015). A la fecha, aún no existe una fonología de referencia con bases fonéticas que haya establecido convincentemente el estatus fonémico de todos estos fenómenos tonales y métricos en alguna variante del náyeeri, como tampoco existe un estudio análogo para los alófonos del inventario segmental, ni un trabajo que haya desentrañado los principales procesos morfofonémicos del idioma. Morfológicamente, la lengua es aglutinante y polisintética. A diferencia de otras lenguas yutoaztecas sureñas del norte de México que son exclusivamente sufijales como el rarámuri (tarahumara), el náyaari presenta un sistema muy rico de prefijos y sufijos en su templete verbal que expresan categorías de persona, tiempo, aspecto, modo, diversos tipos de valencia como causativos y aplicativos, así como un sinnúmero de nociones espaciales. Los temas verbales también se caracterizan por presentar una cantidad considerable de raíces supletivas gobernadas por el número de argumentos, tiempo-aspecto, la raíz aplicativa derivada o incluso el modo imperativo. En cuanto a los sustantivos, destaca el elaborado sistema de sufijos para expresar número, que ha sido analizado sofisticadamente por Parra (2015) para el cora de Jesús María como un sistema de clasificación nominal que afecta principalmente a los nombres animados humanos y no humanos. Sintácticamente, la lengua presenta distintos tipos de concordancia para los argumentos sujeto y objeto bajo un alineamiento nominativo-acusativo; el alineamiento de objeto es secundativo (o de objeto primario). Como buena lengua yutoazteca, el náayeri tiene un orden de constituyentes de verbo final, pero también tiende a alternar con el orden de verbo inicial debido a presiones de la estructura de la información (Vázquez 2004). Con respecto a las clases léxicas, el náayari carece de la categoría de adjetivo pues los conceptos de propiedad en este idioma como páʔu ‘estar rojo’, sikíiraraʔ ‘estar plano’ se categorizan como verbos estativos que pueden tomar directamente marcas de tiempo aspecto sin requerir una derivación adicional (Vázquez 1994). El idioma cuenta, además, con un sistema de verbos de parentesco donde los términos nominales como yáuh ‘hijo’, o tuʔrú ‘bisabuelo’ toman directamente prefijos de sujeto y objeto, así como marcas de tiempo y aspecto (Vázquez 2013). Este sistema de verbos de parentesco presenta similitudes con el de las lenguas yutoaztecas norteñas como el cahuilla (Seiler 1980) y es análogo en ciertos parámetros al que se registra para el náhuatl de Oapan, inmerso en territorio mesoamericano (Amith y Smith-Stark 1994).
Como ya se mencionó, el verbo tiene diferentes casillas para un sinnúmero de morfemas espaciales que, si bien fueron la obsesión de uno de los más grandes descriptores de la lengua, aún no han sido analizados satisfactoriamente (Casad 2012). Entre otros aspectos de la gramática del espacio que distinguen al tañíuka se pueden destacar los abundantes prefijos que indican relaciones topológicas de localización, así como los prefijos que expresan relaciones espaciales de movimiento, como los direccionales. También sobresalen los adverbios topográficos o geomórficos yúuki ‘cuesta abajo’ versus yúhtibi ‘cuesta arriba’ en el eje vertical, así como yúhtepwa ‘cuesta arriba’ versus yúute ‘cuesta abajo’ en el eje horizontal, que en ciertos contextos logran alinearse con los puntos cardinales ‘norte’, ‘sur’, ‘este’ y ‘oeste’, respectivamente (Casad 1989, Vázquez 2011).
El cora se ha catalogado como una lengua periférica del área mesoamericana. Algunos de sus rasgos mesoamericanos más robustos son el sistema de numeración vigesimal finamente documentado para la variante del cora de San Francisco por Parra, R. y P. Muñiz (2015), así como la existencia de sustantivos relacionales. El náayeri se sitúa indudablemente dentro del área cultural del Gran Nayar. Sin embargo, es necesario documentar cuáles rasgos lingüísticos comparten las lenguas yutonahuas del grupo sureño habladas en dicha área cultural. A la fecha sabemos que el cora y el tepehuano comparten un nutrido sistema de evidenciales morfológicos (Thornes, 2018). Sin embargo, la expresión de número nominal en cora es muy distinta a la de algunas lenguas tepimanas dada la carencia total de la reduplicación en náayeri para formar el plural nominal; esta estrategia morfológica es, en contraste, extremadamente productiva en tepehuano (Hill y Hill, 2000). Por otro lado, el tañíuka se agrupa también dentro de las lenguas del área cultural del Occidente de México al igual que el wirárika (huichol), el p’orhépecha (tarasco) y el náhuatl. Su localización medular o de frontera en las diferentes sprachbünde de nuestro país hacen del cora y del huichol un par de lenguas privilegiadas para quienes investigan rasgos lingüísticos que permitan delimitar con mayor precisión y profundidad el área lingüística y cultural del Gran Nayar frente al Norte del país, así como definir el Occidente de México en oposición a la portentosa Mesoamérica.
A pesar de lo antes reportado, el náayeri/náayari/tañíuka sigue siendo un idioma rudimentariamente documentado. Las fuentes históricas se reducen a un vocabulario en lengua castellana y cora compilado por Ortega en 1732. Aún no existe una dialectología del cora, aunque la diferenciación dialectal parece ser muy marcada; tampoco contamos con una extensa gramática de referencia, aunque los bosquejos gramaticales de Preuss (1932) y de Casad (1984), ambos sobre el cora de Jesús María, representan herramientas muy útiles para arrancar el estudio del náayeri. Igualmente, son aún inexistentes los estudios lexicográficos de gran envergadura, pues solamente contamos con el diccionario cora-alemán para el cora de Jesús María compilado por Preuss (1935), que cuenta con cortes morfológicos, y también existe un breve vocabulario cora-español compilado por McMahon y McMahon (1959) para el cora meseño de Presidio de los Reyes, que desafortunadamente carece de divisiones morfológicas. Finalmente, urge una colección de textos transcritos acertadamente con glosas gramaticales bien fundamentadas que trasmitan conocimiento cultural y lingüístico a los hablantes de tañíuka. Esta tarea es aún más urgente dado el aumento del bilingüismo entre la población nayéeri y dado que el español gana terreno aceleradamente en el hábitat de este grupo étnico que estuvo durante décadas protegido por su paisaje agreste y montañoso.
Referencias
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